martes, 1 de julio de 2014

CUENTO PARA PRÍNCIPES QUE ASPIRAN A SER RANAS

Los SOLOS, condenados a estar SOLOS o premiados a estarlo, serán eternos pero no heredarán nada. Son Ogros, Monstruos y Gigantes disfrazados de arlequines, mimos o payasos. Con su melancolía y su secuela, la risa, esconden el alma sin saber que ya no tienen, por no usarla. No sienten, se engañan y mantienen en pie su cuerpo camuflado a base de orgullo y olvido. Se saben sus defectos, se regocijan de ellos pero son incapaces de reconocer los nuestros; no por bondad o discreción, sino por una soberbia falta de interés.
Una vez se encontraron dos SOLOS: un payaso gigante y un arlequín monstruoso. El primero miró hacia abajo y a sus pies vio al arlequín, empequeñecido además por mirarlo desde tan alto. Lo observó con prudencia y le pareció que este intentaba decir algo. El arlequín lo miraba atento. El payaso se agachó para percatarse de que aquel estaba SOLO. Después de simulacros de comunicación e intentos de disimular su torpe aspecto, el Gigante disfrazado se arrancó la máscara invitando al otro a hacer lo mismo. El arlequín, sin quitársela, admitió: "sí, soy un monstruo". El gigante sentenció: "pues yo, un payaso"...